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domingo, 8 de junio de 2025
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MANGROVES AGAINST TSUNAMIS AND SWELLS---MANGLARES CONTRA TSUNAMIS Y MAREJADAS.
The mangroves are a type of forest located in coastal and saline habitats. They are formed by trees and shrubs adapted to environmental conditions such as: floods caused by tides, soils where there is little air circulation, little sand, high salinity, and factors typical of coastal environments and estuaries. The mangrove wood is immune to the weevil, and is resistant to dry periods and fresh water.
What is the ecological importance?
Mangroves are among the most productive ecosystems in the world. When their leaves and roots decompose, bacteria and fungi turn them into inorganic substances or vital nutrients that sustain the food chain. The roots of the red mangrove form a complex ecosystem where many species of fish and invertebrates reproduce and take refuge. Mangroves reduce the effects of hurricanes and tsunamis.
They serve to clean the waters that flow from the rivers before reaching other marine systems, for the bioluminescent ecosystems and of great relevance in terrestrial biota, such as birds, insects, amphibians and reptiles. It has economic importance because it is recreational, eco-tourist, educational, commercial fishing and it protects the boats during severe weather conditions, among others.
"The mangrove dampens the impact of storms, hurricanes and tsunamis"
An earthquake measuring 8.9 on the Richter scale shakes the shores of Japan this Friday, March 11. The tectonic event generated a tsunami of gigantic waves with devastating consequences of loss of human lives, destruction of homes, buildings and other structures.
The alarm ran to more than 20 countries where their coastal areas and populations could be affected. In the majority, warning systems were issued and even considered a possible evacuation of the inhabitants. This phenomenon reminds us of the devastating tsunami of Sumatra and Andaman, which in 2004 affected the coasts of the Indian Ocean and caused the death of approximately 230,000 people.
Seven years ago the analyzes agreed that the effects of this natural event were greatly magnified, due to the change and modification of the coasts under a type of incorrect development. Construction of buildings on the shores of beaches, degradation of coasts, poorly planned activities and high environmental impact, one of these, the expansion of industrial aquaculture for prawns.
For years aquaculture companies destroyed mangroves and other coastal marine ecosystems in Indonesia. The installation and expansion of aquaculture pools, caused the destruction and transformation of the coasts, leaving them naked, unprotected and vulnerable to the impacts of extreme natural events, such as the tsunami.
The unsustainable and expansive growth of activities such as: industrial shrimp farming, the construction of salt mines, the installation of enclave tourist centers, agroindustry, monocultures, mining and oil activities, among others; they are responsible in many tropical and coastal countries for the loss of strategic ecosystems, such as mangroves.
75% of commercial fishing species develop part of their life cycle in the mangrove. Several species of fish and also crustaceans such as shrimp, enter from the sea through the bocabarras towards estuaries and mangroves, where they find a refuge to grow or reproduce. Therefore, among other factors, mangroves are considered one of the most productive ecosystems on Earth. But nowadays more than 50% of the mangroves of the planet have been lost, and with them the invaluable richness of their biodiversity, the livelihoods of coastal and fishing communities and the capacity of protection and buffering of the beaches and coastlines.
The Tsunami that originated thousands of kilometers from our countries, highlights the urgent need to conserve coastal ecosystems: reefs, mangroves and other wetlands. Also to reflect and question the activities that endanger our natural heritage and that are based solely on an unsustainable "development and growth" model that generates and builds vulnerability and risk.
Protector of the coasts
Mangroves offer protection against storm surges. For example, according to observations in the scientific journal Science, the villages hidden behind the mangroves on the southeast coast of India emerged unscathed from the devastating tsunami of 2004, while others were completely devastated.
Carbon sinks
The hard and waterlogged conditions in which mangroves grow accelerate the growth of trees and slow the decomposition of organic material in the soil. Therefore, mangrove forests are excellent carbon sinks. In 2015, an investigation carried out by the Center for Forest Research
Los manglares son un tipo de bosque localizados en hábitat
costero y salino. Están formados por árboles y arbustos adaptados a condiciones
ambientales tales como: inundaciones a causa de las mareas, suelos donde hay
poca circulación de aire, poca arena, alta salinidad, y factores propios de
ambientes costeros y estuarios. La madera del mangle es inmune al gorgojo, y es
resistente a periodos secos y a aguas frescas.
¿Cuál es la importancia ecológica?
Los manglares se encuentran entre los
ecosistemas de mayor productividad del mundo. Cuando sus hojas y sus raíces se
descomponen, las bacterias y los hongos las convierten en sustancias
inorgánicas o nutrientes vitales que sostienen la cadena alimenticia. Las
raíces del mangle rojo forman un complejo ecosistema donde se reproducen y se
refugian muchas especies de peces y de invertebrados. Los manglares disminuyen
los efectos de los huracanes y de los tsunamis.
Sirven para limpiar las aguas que fluye de los ríos antes de llegar a otros sistemas marinos, para los ecosistemas bioluminiscentes y de gran relevancia en la biota terrestre, como las aves, insectos, anfibios y reptiles. Tiene importancia económica porque es de uso recreativo, eco-turístico, educativo, pesca comercial y protege las embarcaciones durante condiciones de tiempo severo, entre otros.
Sirven para limpiar las aguas que fluye de los ríos antes de llegar a otros sistemas marinos, para los ecosistemas bioluminiscentes y de gran relevancia en la biota terrestre, como las aves, insectos, anfibios y reptiles. Tiene importancia económica porque es de uso recreativo, eco-turístico, educativo, pesca comercial y protege las embarcaciones durante condiciones de tiempo severo, entre otros.
“El manglar amortigua el impacto de tormentas, huracanes y tsunamis”
Un terremoto de 8.9 grados en la escala de Richter
sacude las costas de Japón este viernes 11 de marzo. El evento tectónico generó
un tsunami de gigantescas olas con devastadoras consecuencias de pérdida de
vidas humanas, destrucción de viviendas, edificios y otras estructuras.
La alarma corrió a más de 20 países donde sus zonas costeras y poblaciones
podrían ser afectadas. En la mayoría se emitieron sistemas de alerta y hasta se
considero una posible evacuación de los habitantes. Este fenómeno nos hace
recordar al destructor tsunami de Sumatra y Andamán, que en el 2004 afecto las
costas del Océano Indico y que ocasiono la muerte de aproximadamente 230.000
personas.
Hace 7 años los análisis coincidían en que los efectos de ese evento
natural se magnificaron en gran medida, debido al cambio y modificación de las
costas bajo un tipo de desarrollo incorrecto. Construcción de edificaciones a
las orillas de las playas, degradación de las costas, actividades mal
planificadas y de alto impacto ambiental, una de estas, la expansión de la
acuicultura industrial para la crianza de langostinos.
Durante años las empresas acuícolas destruyeron los manglares y otros
ecosistemas marino costeros de Indonesia. La instalación y expansión de las
piscinas acuícolas, ocasionó la destrucción y transformación de las costas,
dejándolas desnudas, desprotegidas y vulnerables ante los impactos de eventos
naturales extremos, como el tsunami.
El crecimiento insostenible y expansivo de actividades como: la
camaronicultura industrial, la construcción de salinas, la instalación de
centros turísticos de enclave, la agroindustria, los monocultivos, las
actividades mineras y petroleras, entre otras; son responsables en muchos de
los países tropicales y costeros de la pérdida de ecosistemas estratégicos,
como los manglares.
Un 75% de las especies pesqueras comerciales desarrollan una parte de su
ciclo de vida en el manglar. Varias especies de peces y también crustáceos como
el camarón, entran del mar por medio de las bocabarras hacia los esteros y
manglares, donde encuentran un refugio para crecer o reproducirse. Por ello
entre otros factores, los manglares son considerados uno de los ecosistemas más
productivos de la Tierra. Pero en la actualidad se ha perdido más del 50% de
los manglares del planeta, y con ellos la riqueza invaluable de su
biodiversidad, los medios de vida de comunidades costeras y pescadoras y la
capacidad de protección y amortiguamiento de las playas y litorales.
El Tsunami que se originó a miles de kilómetros de nuestros países, pone en
evidencia la urgente necesidad de conservar los ecosistemas costeros:
arrecifes, manglares y otros humedales. También de reflexionar y cuestionar las
actividades que ponen en peligro nuestro patrimonio natural y que están basadas
únicamente en un modelo de “desarrollo y crecimiento” insostenible que genera y
construye vulnerabilidad y riesgo.
Protector de las costas
Los manglares ofrecen protección contra marejadas
ciclónicas. Por ejemplo, según observaciones en
la revista científica Science, los pueblos escondidos
detrás de los manglares en la costa sureste de India salieron indemnes del
devastardor tsunami de 2004, mientras otras fueron devastadas por completo.
Sumideros de carbono
Las condiciones duras y anegadas en las que crecen los
manglares aceleran el crecimiento de los árboles y desaceleran la
descomposición del material orgánico del suelo. Por lo tanto, los bosques de
manglar son excelentes sumideros de carbono. En 2015, una investigación
realizada por el Centro para la Investigación Forestal Internacional, con sede
en Indonesia, indicó que los bosques de manglar indo-pacíficos absorbían
un 6 % más de
carbono que los de otras áreas boscosas de la región.
Un futuro incierto
El aumento de las temperaturas globales resultará en
un futuro más
tormentosoprecipitaciones más erráticas y aumentos en el nivel del
mar. Estas nuevas condiciones serán arduas, incluso para los manglares que
toleran la sal –sin embargo, la gente necesita su protección más que nunca.
Por ejemplo, un aumento en el número de tormentas en
América del Norte, además de en otras áreas de latitudes tropicales septentrionales,
incrementará la necesidad de manglares protectores. A la vez, es probable que
los manglares en lugares como el delta del rio Misisipí, que cuenta con uno de
los índices de aumento del nivel del mar más altos del mundo, se extingan a
causa de una exposición prolongada al agua salada. Los manglares solo
sobrevivirán si se trasladan al interior.
Fotos cortesía/hurrina solutión
Mongabay Latam
RESERVA NATURAL BONGO NEGRO/VERSALLES/VALLE DEL CAUCA/COLOMBIA--NATURAL RESERVE BONGO NEGRO / VERSALLES / VALLE DEL CAUCA / COLOMBIA
Francisco Ceballos es el nuevo protagonista de la serie Héroes del
bosque. En su finca, ubicada en el municipio de Versalles, creó tres corredores
ecológicos en los parches afectados por la ganadería. El proceso de
restauración ya suma más de 170 hectáreas de bosque. Su tapete tupido de verde
es visitado por pumas, tigrillos, zainos, armadillos y cientos de aves. Lo
bautizó Bongo Negro, un árbol casi extinto en la zona.
Era el año 1997. Mientras Francisco
Ceballos trabajaba en Bogotá como consultor en temas agropecuarios y de
ordenamiento territorial, una llamada de su papá le causó un escalofrío que le
recorrió todo el cuerpo, como si una gota de agua helada le bajara por la
espalda. Le informó que la edad le estaba pasando cuenta de cobro.
Inmediatamente fue a corroborar la
mala noticia. Fue a visitarlo a La Gregoria, una finca de 150 hectáreas ubicada
en la vereda La Aurora, en el corregimiento del Vergel, a dos horas del casco
urbano de Versalles, municipio del norte del Valle del Cauca. Don Sigifredo
vivía allí desde la década de los setenta, aislado del mundo y del desarrollo. Su
única compañía eran 50 vacas y uno que otro perro que le avisaban cuando
llegaba algún extraño.
Lo vio deteriorado y agobiado. No
podía caminar por una severa hinchazón en sus pies, que lo obligó a postrarse en
la cama. Los dolores de cabeza y la visión borrosa causadas por la hipertensión
estaban desbocadas. Las pastillas ya no hacían efecto. Don Sigifredo, cercano a
los 70 años, no tenía quien le ayudara a sortear los achaques de la vejez. Y lo
peor de todo es que se rehusaba a irse de su hogar en las montañas de
Versalles.
Francisco, nacido en Cali hace 62
años, pero con raíces en Antioquia, le propuso a su padre comprarle la finca,
algo que al comienzo no le sonó. “No fue fácil convencerlo, y con toda
razón. Llevaba más de 20 años con sus vacas y cultivando uchuvas, lulo y
arracachas, productos que vendía en el pueblo; su corazón estaba ahí. Después
de varios meses de intentos fallidos, mi papá accedió y me dijo que asumiera la
deuda con el Banco Agrario. La compré para no dejar perder el trabajo de mi
papá en estas tierras”.
Luego de cerrar el trato llamó a sus
seis hermanos para ver cómo podían ayudar al padre de familia, divorciado hace
muchos años. No podía seguir solo en la finca y aunque le propusieron contratar
a alguien para que lo cuidara, el orgullo no lo dejó. “Le parecía un exabrupto
que un hijo le comprara. Mi hermano menor, que vivía en el casco urbano de
Versalles, lo recibió por un tiempo. Luego decidió irse a Cali, donde tenía
varios amigos y familiares, y en 2012 se fue para Medellín. Nunca regresó a La
Gregoria. En 2017, a los 88 años de edad, murió en mi casa en Copacabana”.
Nace Bongo Negro
Aunque La Gregoria tenía una gran
cantidad de pasturas para el ganado, Francisco vio un enorme potencial en el
bosque que logró sobrevivir. “Entonces mi motivación fue doble: tanto como
tributo a mi papá como una posibilidad de conservar el hábitat y propiciar vida
salvaje. Sin tener muchos conocimientos, ya que soy ingeniero agrónomo, estaba
seguro que bajo esa mancha boscosa había un sinfín de animales y plantas”.
Los primeros recorridos por las 150
hectáreas de la finca, con alturas que oscilan entre los 1.700 y 2.000 metros
sobre el nivel del mar, corroboraron su teoría. “Las zonas altas y bajas del
terreno estaban llenas de bosque subandino, con presencia de animales de
monte”.
Decidió dejar en pie la casa de
bahareque de un nivel donde vivió su padre, con pisos de madera, techo de cinc,
barandales azules, tres habitaciones, una cocina y un baño. Lo hizo como un
homenaje. Sacó todo el ganado, ya que tenía un proyecto en mente: convertir la
antigua finca agropecuaria en un centro de investigación para la ciencia.
Francisco abandonó Bogotá para
radicarse en Versalles, donde trabajó dos años en el comité de participación
comunitaria. Luego vivió en la antigua casa de su progenitor y sembró
granadilla, lulo y café, pero no quiso repetir esa vida de ermitaño. Se fue
para Medellín a hacer consultorías, pero destinó los fines de semana para
recorrer La Gregoria y gestar su proyecto: negoció predios para ampliar el área
de bosque y evitar que alguien llegara a talar.
En 2007 compró dos fincas más: El
Ensueño y El Pensil, que junto a La Gregoria suman 189 hectáreas. “En 2010
adquirí otras ocho hectáreas, es decir que tengo casi 200. Decidí bautizarla
como Bongo Negro, árbol también llamado cedro negro, que antes abundaba en la
región. Hoy, la deforestación lo tiene al borde de la extinción”.
Corredores de vida
Con Bongo Negro a su nombre,
Francisco pensó cómo podría reverdecer las zonas peladas por el pisoteo del
ganado. Quería conectar las partes altas y bajas de la montaña, para que el
flujo de los animales no siguiera interrumpido. William Murillo, uno de los vecinos
del corregimiento del Vergel, le copió la idea y le extendió su mano amiga.
“El propósito era hacer tres
corredores biológicos. Pero no fue un proceso de siembra o reforestación. En
2012, William tuvo una idea fantástica de encerrar las tres zonas con cercas
para evitar que alguna vaca ingresara y dejar que la naturaleza hiciera lo
suyo. Me dijo que con las semillas de
los árboles y la cantidad de aves y otros animales, el bosque renacería solo.
Así fue, el aislamiento permitió que se revegetalizara”.
Siete años después de la instalación
de las cercas, los tres corredores biológicos hoy lucen como colchones tupidos
de bosque, con especies como cedros amarillo, blanco, rosado y uno que otro
negro, lechoso, balso, siete cueros, cerezo, guadua, palma de cera, helecho
arborescente, orquídeas, bromelias y musgos. “Es maravilloso el poder de
regeneración de la naturaleza. Caminar por los recovecos del bosque es respira
un aire que purifica todo el cuerpo”, dice Francisco, quien vivió varios años
en Alemania en sus épocas de estudiante.
A la fecha, de las casi 200 hectáreas
de Bongo Negro, 85 por ciento está cubierto por bosque subandino, es decir más
de 170 hectáreas. Además, en la zona nacen ocho quebradas que surten a cuatro
veredas del corregimiento. “El que recorre los
tres corredores biológicos le cuesta creer que antes eran pasturas para el
ganado. Esto demuestra que mantener el bosque en su estado natural y dejarlo
actuar por sí solo, valió la pena.
Ruta animal
La mente de Francisco siempre maquina
nuevos proyectos. Con el éxito de los corredores en Bongo Negro, ahora está
interesado en constituir la finca como reserva natural de la sociedad civil,
trabajo que cuenta con el apoyo de la corporación Serraniagua, organización
ambiental comunitaria que trabaja en seis municipios del Valle del Cauca y
Chocó que conforman la Serranía de los Paraguas.
“Desde 2017 hacemos caracterizaciones
en el bosque para identificar las especies que allí habitan, y así elaborar el
plan de manejo ambiental que piden para la constitución como reserva. Estoy a
la espera de pagar el último crédito que tengo con el Banco Agrario para
iniciar con el papeleo ante el Ministerio de Ambiente”, asegura Francisco, que hoy vive con su novia en Copacabana, que
hace parte del área metropolitana de Medellín.
Con el éxito de los corredores en
Bongo Negro, ahora está interesado en constituir la finca como reserva natural
de la sociedad civil.
El proceso de caracterización lo dejó
perplejo. En 2018, una estudiante de doctorado de la Universidad del Valle, que
Serraniagua llevó a la futura reserva, instaló cámaras trampas en los tres
corredores para captar imágenes de la fauna, que arrojaron especies de toda la
cadena trófica, desde guaguas o pacas, perros de monte, zorros, armadillos,
zainos, zorrillos, venados, comadrejas, osos hormigueros y hasta tigrillos y
pumas.
“Hay muchos compases, un ave que
transita entre el Pacífico y los Andes. Cuando visito el bosque me encuentro
con huellas y caminos abiertos por los animales. Me detengo a ver las madrigueras
de los armadillos y a veces captó la sombra de monos aulladores. Analizó el
suelo, las hojas, las semillas. Hay una mata que por el filtrado de la luz
tiene manchas rojas, que acá llaman sangre de Cristo. Todo eso me maravilla, es
el aliciente definitivo para seguir conservando y sirve de ejemplo para que los
colombianos cuiden la naturaleza”.
La Serranía de los Paraguas, donde
está ubicada Bongo Negro, abarca 250.000 hectáreas de tres municipios del Valle
del Cauca (El Cairo, Versalles y El Dovio) y tres del Chocó (San José del
Palmar, Sipí y Nóvita). Permite la conexión
estratégica entre dos regiones altamente biodiversas: el Chocó biogeográfico y
los Andes tropicales.
Imágenes de cámara trampa tomadas por
la Fundación Serraniagua.
Según Cesar Franco, asociado de
Serraniagua, esta serranía es un territorio de suma importancia a nivel
mundial, y no solo por albergar ecosistemas del bosque lluvioso de las zonas
bajas del Chocó y los de montaña de los Andes, sino por ser un nicho de
biodiversidad representado en muchas especies hoy amenazadas por la
deforestación.
“Ante el peligro que corre esta
biodiversidad, la organización apoya a las comunidades que quieren constituir
sus predios con bosque en reservas de la sociedad civil, para que sirvan de conexión
entre grandes refugios de bosque o de especies. Hacemos gestión por medio de
convenios o alianzas científicas con universidades para conocer la diversidad
ecológica en estos sitios, como fue el caso de Francisco, donde instalamos
cámaras trampa”.
Cristian Cardona, facilitador de
Serraniagua, lidera el proyecto de monitoreo comunitario de fauna silvestre en
la Serranía de los Paraguas. “Al darle información a la comunidad sobre lo que
hay en sus terrenos, les brindamos herramientas o insumos para que lo
planifiquen mejor. El ideal es empoderar a la gente en torno a la
biodiversidad. Cuando aparece una especie amenazada, ellos sienten que tienen
una mayor responsabilidad de conservar”.
Ecoturismo a futuro
Francisco, con un acento mezclado
entre paisa y valluno, quiere generar conocimiento en Bongo Negro, además de
ponerla a disposición de la gente. Ya tiene contempladas tres líneas de turismo
para un futuro no muy lejano.
Imágenes de cámara trampa tomadas por
la Fundación Serraniagua.
“La primera es una línea de
turismo científico, con el fin de conocer lo que hay acá. La segunda es de
turismo de naturaleza, pequeños grupos de no más de cinco personas que estén
comprometidos con la conservación ambiental, los cuales dormirían en la antigua
casa de mi papá y en otra que pienso construir con guadua. Y la tercera un
turismo de bienestar, que en este caso estará enfocada en el avistamiento de
aves”.
Y quiere más. Tiene proyectada una
huerta orgánica para producir mermeladas de mora, guanábana, maracuyá, uchuva y
jengibre, lo que complementará con su trabajo actual en Copacabana, donde vende
alimentos artesanales como cacao, café orgánico, jaleas y miel de abeja pura.
“La única producción que tiene cabida en Bongo Negro son frutales para sacar
las materias primas. Alimentación sana para la gente”.
En Bongo Negro no coge la señal de
celular. No hay televisión, radio, ducha y mucho menos conexión a internet. La
estufa es de leña. El único contacto es con la naturaleza. Las comodidades
sobran, ya que basta con la algarabía de los pájaros al amanecer, los frondosos
bosques y la niebla que baja entre las montañas.
Repetir la historia
Lucas Felipe Ceballos es el único
hijo de Francisco. Tiene 35 años, es politólogo y actualmente vive en Berlín
(Alemania), donde trabaja como consultor en un proyecto de digitalización de
información con el gobierno federal. Ha visitado varias veces Bongo Negro, pero
aún no desarrolla ese amor por la naturaleza que tiene su padre.
A la fecha, de las casi 200 hectáreas
de Bongo Negro, 85 por ciento está cubierto por bosque subandino, es decir más
de 170 hectáreas. Además, en la zona nacen ocho quebradas que surten a cuatro
veredas del corregimiento.
“Le interesa, pero lo veo más como
expectante de lo que yo pueda hacer acá. Me gustaría que cuando la edad me
pegue duro, Felipe continúe con este proceso, que no lo deje morir, ya que es
su herencia. Ojalá ocurra ese relevo generacional, como yo lo hice con mi papá.
Ya llevamos casi 50 años con estas tierras”.
Espera que su hijo reciba esa batuta
ambiental. Que cuando tenga 80 años y las rodillas ya no le den para caminar
por el bosque, su retoño proteja el más grande de sus tesoros a capa y espada.
“Si esa transición no llega a darse, donaría el terreno a una fundación seria y
comprometida. No quiero que el sueño que logró cumplir mi papá, de tener una
finca propia, llegue a su fin por caer en manos inescrupulosas. Espero que mi
hijo haga lo mismo: que mantenga esa idea, para muchos descabellada, de
conservar un bosque”.
Mientras tanto, Francisco
continuará con su sueño de explorar la vida animal y vegetal de su terreno
boscoso. “Este año vamos a hacer una expedición con un amigo experto
en orquídeas. El ideal es publicar un manual con estas especies. Además, tengo
proyectado hacer un vivero con 200 cedros negros, no para explotarlos, sino
para evitar que desaparezca totalmente. Hacer lo mismo que hicimos en los
corredores biológicos: dejar que la naturaleza actúe por sí sola. Es un aporte
pequeño pero valioso”.
Amigo incondicional
William Murillo, un campesino de 50
años, no solo fue el artífice de los corredores biológicos en Bongo Negro.
Desde hace siete años está a cargo de la finca de Francisco, un voto de
confianza que depositó debido a su compromiso con el medio ambiente y por una
amistad que esperan cultivar hasta viejos.
Ambos llegaron a un acuerdo. A cambio
de convertirse en los ojos y oídos para la conservación del bosque subandino,
William puede pastar sus 50 terneros en las pasturas que no han sido
recuperadas. “Recorro la zona día de por medio. Miro que no haya cazadores o
aserradores y que el ganado no atropelle las zonas boscosas. Es un acuerdo de
gana y gana”.
Su idea de aislar los terrenos con
pasturas para crear corredores ya la había hecho en una de sus fincas, la cual
es reserva de la sociedad civil. “Llevo mucho tiempo trabajando temas
ambientales. La experiencia me ha enseñado que la mejor forma de reforestar es
aislar. En mi reserva de 90 hectáreas primero traté de recuperar las zonas
sembrando, pero las especies morían. Aislando con un hilo de cuerda eléctrica
todo va recuperándose solo”.
No encuentra casi palabras para
describir la sensación que le causa caminar por el bosque. “El aire, los
animales y los sonidos son maravillosos. Los árboles dejan un tendido de flores
en el suelo que encanta a cualquiera. Yo disfruto más cuando estoy en el bosque
que trabajando el ganado, y eso que siempre me he dedicado a esa actividad”.
Francisco continuará con su sueño de
explorar la vida animal y vegetal de su terreno boscoso.
Su experiencia con el bosque ya le
permite identificar las especies arbóreas con tan solo mirarlas. “En la finca
de Francisco hay siete cueros, bongo, nuquetoro, balso, yarumo, encenillo,
mantequillo y arenillo. Acá no sabemos lo que es una motosierra, por eso
encontramos árboles de 100 años con más de 20 metros de altura”.
Nació en Versalles y no tiene
contemplado irse. Vive a media hora de la finca de Francisco, junto con su
esposa y sus dos hijos varones. Yesid, el mayor, decidió seguir sus pasos como
protector del ambiente. “Siempre me acompaña a recorrer el bosque, es mi
mano derecha. Desde pequeño le gustaron los animales y los árboles,
una pasión que le cultivaron en la escuela, donde crearon el grupo Bosque
Encantado. De bachiller hizo un trabajo con el bongo negro. Él me ayudó a hacer
el plan ambiental de la reserva que tengo. Es muy bacano ese trabajo de padre e
hijo”.
Yesid, de 20 años de edad, cursa
sexto semestre de administración ambiental en una universidad de Roldanillo y
no escatima agradecimientos a su padre por todo el conocimiento que le ha
transmitido. “Siempre me iba con él a verlo trabajar. Un día, cuando lo vi
haciendo cerramientos para los bosques, me llamó mucho la atención. Me inyectó
ese conocimiento sobre la importancia de conservar los recursos naturales. Por
eso escogí estudiar una carrera ambiental”.
En | Las cámaras trampa en Bongo
Negro arrojaron imágenes sorprendentes de animales como
guaguas, perros de monte, zorros, armadillos, zainos, zorrillos, venados,
comadrejas, osos hormigueros y hasta tigrillos y pumas.
jueves, 26 de agosto de 2021
RÍOS DE COLOMBIA
RÍOS DE COLOMBIA.
EN UN RECORRIDO QUE NOS LLEVO A DIFERENTES SITIOS TURISTICOS EN COLOMBIA TENEMOS DIFERENTES IMAGENES EN ESTE VIDEO.
#ríos, #ecoturismo, #mochileros, #pescadeportiva, #avistamientodeaves, #saymonsemillas, #asopromay,
lunes, 7 de junio de 2021
CONVERTIR ARENA DEL DESIERTO EN TIERRA PRODUCTIVA
LA INNOVACIÒN QUE CONVIERTE LA ARENA DEL DESIERTO EN TIERRA DE C ULTIVO
PUEDE CONVERTIR CUALQUIER SUELO ARENOSO DE MALA CALIDAD EN TIERRAS AGRICOLAS DE ALTO RENDIMIENTO EN SOLO SIETE HORAS
Bautizado como Liquid NanoClay (LNC), esta arcilla líquida permite que incluso el suelo
árido del desierto se convierta en un lugar adecuado para la siembra
La empresa Desert Control, fundada por el científico noruego Kristian Olesen, ha desarrollado una tecnología llamadaLiquid NanoClay “Nano Arcilla Líquida” (LNC) que combina las nanopartículas de arcilla y agua para transformarlas en un nuevo material. El producto permite que incluso el suelo árido del desierto se convierta en un lugar adecuado

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Bautizado como Liquid NanoClay (LNC), esta arcilla líquida permite que incluso el suelo árido del desierto se convierta en un lugar adecuado para la siembra.
La empresa Desert Control, fundada por el científico noruego Kristian Olesen, ha desarrollado una tecnología llamadaLiquid NanoClay “Nano Arcilla Líquida” (LNC) que combina las nanopartículas de arcilla y agua para transformarlas en un nuevo material. El producto permite que incluso el suelo árido del desierto se convierta en un lugar adecuado para la siembra.
La arena desértica tiene una baja capacidad de retención de líquidos, lo que hace que prácticamente sea imposible cultivar. Cuando se mezcla con la arena del desierto, el LNC permite que el suelo arenoso retenga el agua, haciendo del desierto un suelo fértil. Cambia completamente sus propiedades físicas.
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.El proceso de transformar el suelo árido en fértil es muy simple. El componente se aplica en el sistema de irrigación común a lo largo del área que queramos tratar. El suelo con el nuev componente conserva el agua como una esponja, creando una capa de 40 a 60 cm de tierra fértil.
Este proceso no incorpora ningún agente químico. Puede convertir cualquier suelo arenoso de mala calidad en tierras agrícolas de alto rendimiento en sólo siete horas. El suelo requiere un retratamiento del 15%-20% después de cuatro o cinco años si la tierra está labrada y si no está labrada, el tratamiento dura más tiempo.
En las pruebas realizadas en el desierto de los Emiratos Arabes, una región que se necesita tres veces más agua para la irrigación en comparación con lugares de clima templado, el consumo de agua se redujo en un 50%, lo que garantiza el doble de la superficie de siembra con la misma cantidad de agua.
El coste del tratamiento por hectárea de desierto varía de $1,800-$9,500 (£1,300-£6,900) dependiendo del tamaño del proyecto – lo que actualmente lo hace demasiado caro para la mayoría de los agricultores.
La idea de la empresa es vender inicialmente la arcilla líquida a los gobiernos, para después continuar con el sector privado.
cortesía-desertcontrol.com
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