lunes, 7 de junio de 2021

"ATACA" COMBATE LAS CÉLULAS CANCERÍGENAS CON LIMÓN Y AGUA CALIENTE

                                                          Asopromay//Facebok


NADIE DEBE MORIR POR CÁNCER   EXCEPTO POR DESCUIDO.
AQUÍ UNOS PASOS PARA ATACAR LAS CÉLULAS CANCERÍGENAS 
A BASE DEL LIMÓN Y ACEITE DE COCO

(1) El primer paso es detener todo el consumo de azúcar, sin azúcar en el cuerpo, la célula cancerosa moriría de muerte natural.
(2) El segundo paso es mezclar un limón en una taza de agua caliente y beberla por 1-3 meses hará que las células cancerígenas desaparezcan... es 1000 veces mejor que la quimioterapia.
(3) El tercer paso es beber 3 cucharadas de aceite de coco orgánico, mañana y noche por 2 meses y las células cancerígenas desaparecerán  puede elegir cualquiera de las dos terapias después de evitar el azúcar.
La ignorancia no es excusa.
Beber agua caliente con limón puede prevenir el cáncer. No agregue azúcar. 
El agua caliente de limón es más beneficiosa que el agua fría de limón.

El agua caliente de limón mata las células cancerosas ✍
He estado compartiendo esta información por más de 5 años. Dejen que todos a su alrededor sepan. Dios los bendiga.


El agua caliente de limón mata las células cancerosas ✍

Agregue agua caliente a 2-3 rodajas de limón. Haz que sea una bebida diaria

La amargura en el agua caliente con limón es la mejor sustancia para matar las células cancerosas.

El agua fría de limón solo tiene vitamina C, no hay prevención contra el cáncer.

El agua caliente de limón puede controlar el crecimiento tumoral del cáncer. ✍

Las pruebas clínicas han demostrado que el agua caliente con limón funciona. ✍

Este tipo de tratamiento con extracto de limón solo destruirá las células malignas, no afecta a las células sanas.✍
El ácido cítrico y polifenol de limón en el jugo de limón, pueden ayudar a reducir la presión arterial alta, ✍ prevención eficaz de la trombosis venosa profunda, mejorar la circulación sanguínea✍ y reducir los coágulos sanguíneos.✍

¡No importa cuán ocupado estés, por favor encuentra el momento para leer esto


CONSULTE CON SU MÉDICO.

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lunes, 12 de octubre de 2020

El INVIMA, quiere desaparecer el tradicional QUESO DE HOJA CAMPESINO


¡Indignante! El INVIMA, quiere desaparecer el tradicional QUESO DE HOJA🍃, ocasionando que miles de familias sean desplazadas del campo colombiano, quieren cambiarle su empaque autoctono, tradicional y ancestral biodegradable, por un empaque plástico de un solo uso contaminante que se demora más de 50 años para que se degrade, el Invima va en contravía de la conservación del medio Ambiente, con estas políticas para favorecer las importaciones de productos lácteos en detrimento de nuestros campesinos.
Este es un producto ancestral y lucharemos para conservarlo estamos en pie de lucha.
Colombiano compra productos colombianos.

Outrageous! The INVIMA, wants to disappear the traditional CHEESE OF LEAF, causing thousands of families to be displaced from the Colombian countryside, they want to change their traditional and biodegradable ancestral packaging, for a single-use plastic packaging polluting for more than 50 years to be degraded , the Invima goes against the conservation of the environment, with these policies to favor the imports of dairy products to the detriment of our farmers.

This is an ancestral product and we will fight to preserve it, we are in struggle.
Colombian buys Colombian products.









RESERVA NATURAL BONGO NEGRO/VERSALLES/VALLE DEL CAUCA/COLOMBIA--NATURAL RESERVE BONGO NEGRO / VERSALLES / VALLE DEL CAUCA / COLOMBIA







Francisco Ceballos es el nuevo protagonista de la serie Héroes del bosque. En su finca, ubicada en el municipio de Versalles, creó tres corredores ecológicos en los parches afectados por la ganadería. El proceso de restauración ya suma más de 170 hectáreas de bosque. Su tapete tupido de verde es visitado por pumas, tigrillos, zainos, armadillos y cientos de aves. Lo bautizó Bongo Negro, un árbol casi extinto en la zona.
Era el año 1997. Mientras Francisco Ceballos trabajaba en Bogotá como consultor en temas agropecuarios y de ordenamiento territorial, una llamada de su papá le causó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, como si una gota de agua helada le bajara por la espalda. Le informó que la edad le estaba pasando cuenta de cobro.
Inmediatamente fue a corroborar la mala noticia. Fue a visitarlo a La Gregoria, una finca de 150 hectáreas ubicada en la vereda La Aurora, en el corregimiento del Vergel, a dos horas del casco urbano de Versalles, municipio del norte del Valle del Cauca. Don Sigifredo vivía allí desde la década de los setenta, aislado del mundo y del desarrollo. Su única compañía eran 50 vacas y uno que otro perro que le avisaban cuando llegaba algún extraño.
Lo vio deteriorado y agobiado. No podía caminar por una severa hinchazón en sus pies, que lo obligó a postrarse en la cama. Los dolores de cabeza y la visión borrosa causadas por la hipertensión estaban desbocadas. Las pastillas ya no hacían efecto. Don Sigifredo, cercano a los 70 años, no tenía quien le ayudara a sortear los achaques de la vejez. Y lo peor de todo es que se rehusaba a irse de su hogar en las montañas de Versalles.
Francisco, nacido en Cali hace 62 años, pero con raíces en Antioquia, le propuso a su padre comprarle la finca, algo que al comienzo no le sonó. “No fue fácil convencerlo, y con toda razón. Llevaba más de 20 años con sus vacas y cultivando uchuvas, lulo y arracachas, productos que vendía en el pueblo; su corazón estaba ahí. Después de varios meses de intentos fallidos, mi papá accedió y me dijo que asumiera la deuda con el Banco Agrario. La compré para no dejar perder el trabajo de mi papá en estas tierras”.
Luego de cerrar el trato llamó a sus seis hermanos para ver cómo podían ayudar al padre de familia, divorciado hace muchos años. No podía seguir solo en la finca y aunque le propusieron contratar a alguien para que lo cuidara, el orgullo no lo dejó. “Le parecía un exabrupto que un hijo le comprara. Mi hermano menor, que vivía en el casco urbano de Versalles, lo recibió por un tiempo. Luego decidió irse a Cali, donde tenía varios amigos y familiares, y en 2012 se fue para Medellín. Nunca regresó a La Gregoria. En 2017, a los 88 años de edad, murió en mi casa en Copacabana”.



Nace Bongo Negro
Aunque La Gregoria tenía una gran cantidad de pasturas para el ganado, Francisco vio un enorme potencial en el bosque que logró sobrevivir. “Entonces mi motivación fue doble: tanto como tributo a mi papá como una posibilidad de conservar el hábitat y propiciar vida salvaje. Sin tener muchos conocimientos, ya que soy ingeniero agrónomo, estaba seguro que bajo esa mancha boscosa había un sinfín de animales y plantas”.
Los primeros recorridos por las 150 hectáreas de la finca, con alturas que oscilan entre los 1.700 y 2.000 metros sobre el nivel del mar, corroboraron su teoría. “Las zonas altas y bajas del terreno estaban llenas de bosque subandino, con presencia de animales de monte”.
Decidió dejar en pie la casa de bahareque de un nivel donde vivió su padre, con pisos de madera, techo de cinc, barandales azules, tres habitaciones, una cocina y un baño. Lo hizo como un homenaje. Sacó todo el ganado, ya que tenía un proyecto en mente: convertir la antigua finca agropecuaria en un centro de investigación para la ciencia.
Francisco abandonó Bogotá para radicarse en Versalles, donde trabajó dos años en el comité de participación comunitaria. Luego vivió en la antigua casa de su progenitor y sembró granadilla, lulo y café, pero no quiso repetir esa vida de ermitaño. Se fue para Medellín a hacer consultorías, pero destinó los fines de semana para recorrer La Gregoria y gestar su proyecto: negoció predios para ampliar el área de bosque y evitar que alguien llegara a talar.



En 2007 compró dos fincas más: El Ensueño y El Pensil, que junto a La Gregoria suman 189 hectáreas. “En 2010 adquirí otras ocho hectáreas, es decir que tengo casi 200. Decidí bautizarla como Bongo Negro, árbol también llamado cedro negro, que antes abundaba en la región. Hoy, la deforestación lo tiene al borde de la extinción”.



Corredores de vida
Con Bongo Negro a su nombre, Francisco pensó cómo podría reverdecer las zonas peladas por el pisoteo del ganado. Quería conectar las partes altas y bajas de la montaña, para que el flujo de los animales no siguiera interrumpido. William Murillo, uno de los vecinos del corregimiento del Vergel, le copió la idea y le extendió su mano amiga.
“El propósito era hacer tres corredores biológicos. Pero no fue un proceso de siembra o reforestación. En 2012, William tuvo una idea fantástica de encerrar las tres zonas con cercas para evitar que alguna vaca ingresara y dejar que la naturaleza hiciera lo suyo. Me dijo que con las semillas de los árboles y la cantidad de aves y otros animales, el bosque renacería solo. Así fue, el aislamiento permitió que se revegetalizara”.
Siete años después de la instalación de las cercas, los tres corredores biológicos hoy lucen como colchones tupidos de bosque, con especies como cedros amarillo, blanco, rosado y uno que otro negro, lechoso, balso, siete cueros, cerezo, guadua, palma de cera, helecho arborescente, orquídeas, bromelias y musgos. “Es maravilloso el poder de regeneración de la naturaleza. Caminar por los recovecos del bosque es respira un aire que purifica todo el cuerpo”, dice Francisco, quien vivió varios años en Alemania en sus épocas de estudiante.
A la fecha, de las casi 200 hectáreas de Bongo Negro, 85 por ciento está cubierto por bosque subandino, es decir más de 170 hectáreas. Además, en la zona nacen ocho quebradas que surten a cuatro veredas del corregimiento. “El que recorre los tres corredores biológicos le cuesta creer que antes eran pasturas para el ganado. Esto demuestra que mantener el bosque en su estado natural y dejarlo actuar por sí solo, valió la pena.



Ruta animal
La mente de Francisco siempre maquina nuevos proyectos. Con el éxito de los corredores en Bongo Negro, ahora está interesado en constituir la finca como reserva natural de la sociedad civil, trabajo que cuenta con el apoyo de la corporación Serraniagua, organización ambiental comunitaria que trabaja en seis municipios del Valle del Cauca y Chocó que conforman la Serranía de los Paraguas.
“Desde 2017 hacemos caracterizaciones en el bosque para identificar las especies que allí habitan, y así elaborar el plan de manejo ambiental que piden para la constitución como reserva. Estoy a la espera de pagar el último crédito que tengo con el Banco Agrario para iniciar con el papeleo ante el Ministerio de Ambiente”, asegura Francisco, que hoy vive con su novia en Copacabana, que hace parte del área metropolitana de Medellín.
Con el éxito de los corredores en Bongo Negro, ahora está interesado en constituir la finca como reserva natural de la sociedad civil.
El proceso de caracterización lo dejó perplejo. En 2018, una estudiante de doctorado de la Universidad del Valle, que Serraniagua llevó a la futura reserva, instaló cámaras trampas en los tres corredores para captar imágenes de la fauna, que arrojaron especies de toda la cadena trófica, desde guaguas o pacas, perros de monte, zorros, armadillos, zainos, zorrillos, venados, comadrejas, osos hormigueros y hasta tigrillos y pumas.








“Hay muchos compases, un ave que transita entre el Pacífico y los Andes. Cuando visito el bosque me encuentro con huellas y caminos abiertos por los animales. Me detengo a ver las madrigueras de los armadillos y a veces captó la sombra de monos aulladores. Analizó el suelo, las hojas, las semillas. Hay una mata que por el filtrado de la luz tiene manchas rojas, que acá llaman sangre de Cristo. Todo eso me maravilla, es el aliciente definitivo para seguir conservando y sirve de ejemplo para que los colombianos cuiden la naturaleza”.
La Serranía de los Paraguas, donde está ubicada Bongo Negro, abarca 250.000 hectáreas de tres municipios del Valle del Cauca (El Cairo, Versalles y El Dovio) y tres del Chocó (San José del Palmar, Sipí y Nóvita). Permite la conexión estratégica entre dos regiones altamente biodiversas: el Chocó biogeográfico y los Andes tropicales.

Imágenes de cámara trampa tomadas por la Fundación Serraniagua.
Según Cesar Franco, asociado de Serraniagua, esta serranía es un territorio de suma importancia a nivel mundial, y no solo por albergar ecosistemas del bosque lluvioso de las zonas bajas del Chocó y los de montaña de los Andes, sino por ser un nicho de biodiversidad representado en muchas especies hoy amenazadas por la deforestación.
“Ante el peligro que corre esta biodiversidad, la organización apoya a las comunidades que quieren constituir sus predios con bosque en reservas de la sociedad civil, para que sirvan de conexión entre grandes refugios de bosque o de especies. Hacemos gestión por medio de convenios o alianzas científicas con universidades para conocer la diversidad ecológica en estos sitios, como fue el caso de Francisco, donde instalamos cámaras trampa”.
Cristian Cardona, facilitador de Serraniagua, lidera el proyecto de monitoreo comunitario de fauna silvestre en la Serranía de los Paraguas. “Al darle información a la comunidad sobre lo que hay en sus terrenos, les brindamos herramientas o insumos para que lo planifiquen mejor. El ideal es empoderar a la gente en torno a la biodiversidad. Cuando aparece una especie amenazada, ellos sienten que tienen una mayor responsabilidad de conservar”.





Ecoturismo a futuro
Francisco, con un acento mezclado entre paisa y valluno, quiere generar conocimiento en Bongo Negro, además de ponerla a disposición de la gente. Ya tiene contempladas tres líneas de turismo para un futuro no muy lejano.
Imágenes de cámara trampa tomadas por la Fundación Serraniagua.
“La primera es una línea de turismo científico, con el fin de conocer lo que hay acá. La segunda es de turismo de naturaleza, pequeños grupos de no más de cinco personas que estén comprometidos con la conservación ambiental, los cuales dormirían en la antigua casa de mi papá y en otra que pienso construir con guadua. Y la tercera un turismo de bienestar, que en este caso estará enfocada en el avistamiento de aves”.
Y quiere más. Tiene proyectada una huerta orgánica para producir mermeladas de mora, guanábana, maracuyá, uchuva y jengibre, lo que complementará con su trabajo actual en Copacabana, donde vende alimentos artesanales como cacao, café orgánico, jaleas y miel de abeja pura. “La única producción que tiene cabida en Bongo Negro son frutales para sacar las materias primas. Alimentación sana para la gente”.
En Bongo Negro no coge la señal de celular. No hay televisión, radio, ducha y mucho menos conexión a internet. La estufa es de leña. El único contacto es con la naturaleza. Las comodidades sobran, ya que basta con la algarabía de los pájaros al amanecer, los frondosos bosques y la niebla que baja entre las montañas.
Repetir la historia
Lucas Felipe Ceballos es el único hijo de Francisco. Tiene 35 años, es politólogo y actualmente vive en Berlín (Alemania), donde trabaja como consultor en un proyecto de digitalización de información con el gobierno federal. Ha visitado varias veces Bongo Negro, pero aún no desarrolla ese amor por la naturaleza que tiene su padre.
A la fecha, de las casi 200 hectáreas de Bongo Negro, 85 por ciento está cubierto por bosque subandino, es decir más de 170 hectáreas. Además, en la zona nacen ocho quebradas que surten a cuatro veredas del corregimiento. 
“Le interesa, pero lo veo más como expectante de lo que yo pueda hacer acá. Me gustaría que cuando la edad me pegue duro, Felipe continúe con este proceso, que no lo deje morir, ya que es su herencia. Ojalá ocurra ese relevo generacional, como yo lo hice con mi papá. Ya llevamos casi 50 años con estas tierras”.
Espera que su hijo reciba esa batuta ambiental. Que cuando tenga 80 años y las rodillas ya no le den para caminar por el bosque, su retoño proteja el más grande de sus tesoros a capa y espada. “Si esa transición no llega a darse, donaría el terreno a una fundación seria y comprometida. No quiero que el sueño que logró cumplir mi papá, de tener una finca propia, llegue a su fin por caer en manos inescrupulosas. Espero que mi hijo haga lo mismo: que mantenga esa idea, para muchos descabellada, de conservar un bosque”.
Mientras tanto, Francisco continuará con su sueño de explorar la vida animal y vegetal de su terreno boscoso. “Este año vamos a hacer una expedición con un amigo experto en orquídeas. El ideal es publicar un manual con estas especies. Además, tengo proyectado hacer un vivero con 200 cedros negros, no para explotarlos, sino para evitar que desaparezca totalmente. Hacer lo mismo que hicimos en los corredores biológicos: dejar que la naturaleza actúe por sí sola. Es un aporte pequeño pero valioso”.
Amigo incondicional
William Murillo, un campesino de 50 años, no solo fue el artífice de los corredores biológicos en Bongo Negro. Desde hace siete años está a cargo de la finca de Francisco, un voto de confianza que depositó debido a su compromiso con el medio ambiente y por una amistad que esperan cultivar hasta viejos.
Ambos llegaron a un acuerdo. A cambio de convertirse en los ojos y oídos para la conservación del bosque subandino, William puede pastar sus 50 terneros en las pasturas que no han sido recuperadas. “Recorro la zona día de por medio. Miro que no haya cazadores o aserradores y que el ganado no atropelle las zonas boscosas. Es un acuerdo de gana y gana”.
Su idea de aislar los terrenos con pasturas para crear corredores ya la había hecho en una de sus fincas, la cual es reserva de la sociedad civil. “Llevo mucho tiempo trabajando temas ambientales. La experiencia me ha enseñado que la mejor forma de reforestar es aislar. En mi reserva de 90 hectáreas primero traté de recuperar las zonas sembrando, pero las especies morían. Aislando con un hilo de cuerda eléctrica todo va recuperándose solo”.
No encuentra casi palabras para describir la sensación que le causa caminar por el bosque. “El aire, los animales y los sonidos son maravillosos. Los árboles dejan un tendido de flores en el suelo que encanta a cualquiera. Yo disfruto más cuando estoy en el bosque que trabajando el ganado, y eso que siempre me he dedicado a esa actividad”.
Francisco continuará con su sueño de explorar la vida animal y vegetal de su terreno boscoso.
Su experiencia con el bosque ya le permite identificar las especies arbóreas con tan solo mirarlas. “En la finca de Francisco hay siete cueros, bongo, nuquetoro, balso, yarumo, encenillo, mantequillo y arenillo. Acá no sabemos lo que es una motosierra, por eso encontramos árboles de 100 años con más de 20 metros de altura”.
Nació en Versalles y no tiene contemplado irse. Vive a media hora de la finca de Francisco, junto con su esposa y sus dos hijos varones. Yesid, el mayor, decidió seguir sus pasos como protector del ambiente. “Siempre me acompaña a recorrer el bosque, es mi mano derecha. Desde pequeño le gustaron los animales y los árboles, una pasión que le cultivaron en la escuela, donde crearon el grupo Bosque Encantado. De bachiller hizo un trabajo con el bongo negro. Él me ayudó a hacer el plan ambiental de la reserva que tengo. Es muy bacano ese trabajo de padre e hijo”.
Yesid, de 20 años de edad, cursa sexto semestre de administración ambiental en una universidad de Roldanillo y no escatima agradecimientos a su padre por todo el conocimiento que le ha transmitido. “Siempre me iba con él a verlo trabajar. Un día, cuando lo vi haciendo cerramientos para los bosques, me llamó mucho la atención. Me inyectó ese conocimiento sobre la importancia de conservar los recursos naturales. Por eso escogí estudiar una carrera ambiental”.
En | Las cámaras trampa en Bongo Negro arrojaron imágenes sorprendentes de animales como guaguas, perros de monte, zorros, armadillos, zainos, zorrillos, venados, comadrejas, osos hormigueros y hasta tigrillos y pumas.




EL ESTROPAJO- USOS INDUSTRAIALES







Estropajo (Luffa operculata). Es una planta enredadera nativa de los trópicos del Viejo Mundo y que se ha escapado del cultivo en Cuba y se ha vuelto subespontánea. Crece en las demás Antillas Mayores y en la América Tropical Continental.
Los tallos y hojas tienen propiedades medicinales, especialmente para enfermedades de la piel. En algunos países las hojas molidas han sido aplicadas para alivio de las hemorroides, para atacar parásitos y aliviar conjuntivitis. También la savia del tallo es usada en la elaboración de cremas de tocador.
La fibra de estropajo tiene múltiples usos, entre ellos se pueden citar: suelas para zapatillas o sandalias, rellenos para las industrias automotriz (relleno de asientos), mobiliaria (relleno de muebles) y textil, base para cierta variedad de papel, filtros para piscinas, filtros para agua y aceite; en Norte América y Japón es considerada como excelente filtro en calderas de buques, locomotoras, bodegas, destilerías y diversas maquinarias, amortiguadores de ruido y en grandes fábricas con equipos a vapor.
También se utiliza para la elaboración de artículos de artesanía y floristería; como pulidor, para producir cartón, como aislante, y hasta para la salud e higiene personal en forma de esponja de baño, ya que al frotar la piel con la fibra ésta actúa como exfoliante y permite no solo su limpieza sino la reactivación de la sangre, e incluso se ha mencionado que puede reducir la celulitis.
Se dice además que los frutos que tienen propiedades diuréticas, emolientes y expectorantes. De las semillas se extrae un aceite fino, el cual se compara con el aceite de oliva y podría ser sustituto del mismo; en ellas también se ha encontrado dos proteínas que tienen un potencial efecto terapéutico sobre cáncer y SIDA; no obstante, hace falta investigación en este particular ya que las semillas de algunas lufas (las muy amargas), han mostrado cierta toxicidad.
Por otra parte, el subproducto que resulta del proceso de extracción del aceite sirve como fertilizante, dada la riqueza en nitrógeno y fósforo en la torta remanente de dicho proceso. La esponja acutángula produce frutos comestibles y se comen cuando son verdes y pequeños; cuando son grandes se utilizan en la medicina casera. El estropajo, en cualquiera de sus presentaciones es también utilizado como esponja de limpieza de varios utensilios como la vajilla, elementos de cocina, sanitarios, etc. En artesanías se usa para elaborar productos como10: – chinelas para playa – sombreros tropicales – abanicos – alfombras – cestos, canastos, etc.
Beneficios:
  • Exfoliante natural
  • Suavizante para la piel
  • Estimulante de la circulación sanguínea
  • Previene la celulitis.
ESTROPAJO
Forma de usar la esponja:
Humedecer y aplicar con suaves movimientos circulares sobre la piel previamente lavada.
Luego de cada uso se debe enjuagar la esponja y guardarla donde pueda secarse naturalmente. No es conveniente dejarla en lugares húmedos, como el baño, porque puede contaminarse con bacterias. Dejar que se seque en lugares donde corra el aire.
No se recomiendo en pieles irritadas o dañadas.
Si cambia de color o de olor, es el momento de cambiarla por una nueva.
Además del uso como esponja corporal, la planta tiene otras propiedades. Los tallos y hojas tienen uso medicinal, especialmente para enfermedades de la piel. Las hojas molidas se usan para alivio de las hemorroides, para atacar parásitos y aliviar conjuntivitis.
La savia del tallo es usada en la elaboración de cremas de tocador. La fibra tiene múltiples usos: suelas para zapatillas, rellenos para las industrias mobiliarias y textiles, base para cierta variedad de papel, filtros para piscinas, filtros para agua y aceite; en Norte América y Japón es considerada como excelente filtro en calderas de buques, locomotoras y en grandes fábricas con equipos a vapor.
Los frutos que tienen propiedades diuréticas, molientes y expectorantes. De las semillas se extrae un aceite fino, el cual se compara con el aceite de oliva. Por otra parte, el subproducto que resulta del proceso de extracción del aceite sirve como fertilizante, dada la riqueza en nitrógeno y fósforo en la torta remanente 4 de dicho proceso.


CULTIVO DE SACHA INCHI MÁS RENTABLE QUE LA COCA--CULTURE OF SACHA INCHI MORE PROFITABLE THAN COCA

Sacha Inchi, la semilla amazónica que es más rentable que la coca
Sacha inchi: un superalimento de paz



No requiere de complejos procesos de sembrado y se puede transformar en aceite de cocina y cosméticos.
20 familias del Caquetá que antes cultivaban ilícitos ahora se dedican a este negocio..
Más de 1.500 familias en el Putumayo han optado por trabajar con esta nuez para reemplazar la coca.
Sacha inchi: un superalimento de paz
Son 1.507 familias las que han optado por el sacha inchi, me cuenta Dorita Delgado, presidenta de la Asociación de Sacha Inchi Verde Amazónico de Villagarzón. Esta endémica nuez amazónica con forma de estrella es considerada un superalimento por su alto contenido de omegas 3, 6 y 9 (superior al pescado) y es un reemplazo eficiente y atractivo de la coca, pues por la producción de una hectárea un campesino puede recibir entre $ 15 y $ 18 millones anuales, frente a los $ 22 millones de la coca.  las que siembran, cosechan y transforman la semilla en aceite, que finalmente venden. En el mercado, una botella de 250 militros cuesta entre 30.000 y 70.000 pesos. 
El proceso del aceite es complejo. Compran a la asociación el sacha inchi en almendra (solo la semilla, sin estrella), la que lavan y secan al sol. En una región lluviosa tarda en secar hasta tres días. Una vez seleccionadas las almendras, pasan por un proceso de descascarillado y, posteriormente, se prensan en frío. El aceite extraído se decanta, se filtra y se envasa. Todo este proceso lo lleva a cabo Yuli con sus dos ayudantes, Alba y Eliana. Dos mujeres madres de familia, víctimas del conflicto armado. Yuli y su equipo necesitan 15 días para producir 20 litros.

Su sabor es a fruto seco, con sutiles notas ahumadas y en nariz es dulce y terroso. Es un aceite suave y elegante.

En el Putumayo no se consume y escasamente se conoce en el resto de Colombia. Sin embargo, cadenas estadounidenses de comida natural como Whole Foods lo tienen en sus estanterías y tiene una gran demanda.

El Putumayo es la región con más hectáreas plantadas de sacha inchi en Colombia, un producto que transformado en aceite o en ‘snacks’ no solo constituye una joya gastronómica y nutricional, sino que genera empleo, oportunidades, ingresos y desarrollo.

El proceso de paz nos ha permitido explorar la riqueza de territorios apartados, pero no podemos quedarnos en el conocimiento sin difusión. Volver la mirada al campo implica consumo. Los restaurantes son parte fundamental del proceso. Desde ellos se visibilizan y se ponen en valor estos productos, un aspecto fundamental para activar la cadena comercial.

Los cultivos de paz son una hermosa y sabrosa iniciativa que mejora las condiciones de vida del campesinado y promueve una economía alternativa y solidaria.
COMO SEMBRAR LA SACHA INCHI
Sistemas de cultivo. Cultivo similar al sembrar como la maracuyá con tutores básicamente.
 Al iniciar una plantación de "sacha inchi", es posible realizar la siembra en asociación de cultivos herbáceos como soya, maní,  y maíz, por ejemplo :
 Cuando provienen de viveros; antes de ser trasladadas al campo definitivo, es necesario quitarles la sombra gradualmente, para que no sean afectadas por el sol en campo abierto.
– Después de 40 a 45 días de haberse sembrado las semillas en bolsas plásticas contenidas de sustrato (vivero), las plantas se encuentran listas para ser transportadas y plantadas en terreno definido.
El transplante de sacha inchi requiere preparar previamente un hoyo en el terreno. Las dimensiones de dicho hoyo deben ser de 30 cm. x 30 cm. (largo y ancho) y 30 cm de profundidad. Antes de colocar la planta en el hoyo:
– Retirar la bolsa plástica que contiene las raíces de la planta y el sustrato.
– Transplantar el sacha inchi antes que inicie la etapa de guiado activo, para evitar que se enrollen sus tallos entre sí.
Enriquecer el hoyo del suelo con:
– 2 kilos de compost
– 250 gramos de roca fosfórica
– 50 gramos de dolomita.
Fuentes: PAMELA VILLAGRA El Tiempo.com
En Twitter: @Villagrita21
@saymonrojas







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